Nota introductoria.-- Escuchando
durante unos larguísimos 30 min a la alcaldesa Colau, entrevistada la noche del
sábado 18/11 en la Sexta TV, he llegado a la conclusión de que es urgente que
Barcelona recupere a su alcaldesa que lleva meses de "bolos". La
ciudad necesita de forma apremiante que Colau se preocupe de sus problemas
y que incluya como principal motivación
de su gestión, la activación de la economía como motor de la generación de
empleo y de la lucha contra la desigualdad.
A la
"proclamación" de la denominada República catalana, el
presidente Rajoy responde con la disolución del Parlament y
convoca elecciones para el 21 de diciembre. Cataluña ha sido
conducida por el president Puigdemont y su Govern secesionista, con
la inestimable ayuda de la CUP, al borde del abismo. Pero sin duda ha sido
Barcelona quien ha sufrido más directamente las consecuencias de esta pirueta
suicida. La alcaldesa de Barcelona deberá abandonar su intensa agenda política
de mediadora y "componedora" exclusivamente dedicada al procés y
centrarse en los verdaderos problemas que acucian a nuestra ciudad. Durante
todo este tiempo de amenaza permanente del Govern de la Generalitat de
aplicación de la DUI, la alcaldesa Colau no ha sido consciente del daño que
ha causado a Barcelona la ambigüedad de su posicionamiento.
La industria turística, uno de los
principales motores económicos de la ciudad, está sufriendo el impacto negativo
derivado de la cancelación de reservas y actividades turísticas que están
provocando caídas de más de un 20% en la actividad económica barcelonesa. A
ello contribuye la actitud poco receptiva de la alcaldía en relación a la
actividad de cruceros, esta ha descendido un 6,8% en agosto con
relación al mismo mes del año anterior, y los acontecimientos de septiembre y
octubre pueden incidir aun más negativamente sobre un sector especialmente
sensible a determinadas situaciones.
La dinámica suicida
del procés ha puesto en peligro la
colaboración con el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) en
el mantenimiento de potentes infraestructuras científicas
compartidas como son el sincrotrón Alba y el supercomputador Mare Nostrum,
que afectan directamente al potencial investigador de la capital catalana.
Asimismo la salida de Europa dejaría sin fondos a los proyectos de la agencia
Fusion for Energy, dotados de unos 6.600 millones de euros en contratos
para el proyecto ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor), la
continuidad del Mobile World Congress, la elección como sede de la Agencia Europea de
Medicamentos... Son algunos ejemplos de los riesgos asumidos por la
sinrazón secesionista a la que la alcaldesa manifiesta en ocasiones una velada
comprensión.
Barcelona es especialmente
sensible a la marcha de centenares de empresas que, aunque inicialmente solo han trasladado su
sede social y fiscal, lo que ya ha implicado una importante fuga de capital
humano cualificado, podría suponer un no retorno al encontrar en sus nuevas
ubicaciones atractivas ventajas fiscales. La fortaleza económica de la ciudad
procede del sector servicios, uno de los más afectados por los efectos
negativos del procés, lo que incide directamente sobre las
condiciones laborales de un amplio colectivo de trabajadores que reivindica
desde hace tiempo mejoras en sus condiciones salariales y de trabajo.
Necesitamos un ayuntamiento
que abandone su discurso populista y tenga como
principal preocupación la creación de riqueza, motor de la generación de empleo
y de lucha contra la desigualdad. Que no se enrede en conflictos laborales como
el del metro, ingenuamente gestionado, teniendo que negociar con sindicatos
antisistema que en su día potenciaron. Barcelona no puede ser un anacronismo en
las metrópolis europea ni puede ser la capital de la revuelta de un movimiento
secesionista que Nicolás Sartorius, cofundador de CCOO y militante histórico
del PCE, ha calificado como "insolidario y reaccionario".
Barcelona necesita
recuperar un modelo de ciudad centrado en una gestión moderna que atraiga inversiones, genere riqueza y cree empleo. Mantener una
identidad, que sea una mezcla inteligente de diferentes actividades: turismo,
conocimiento, start-ups, cultura abierta y cosmopolita alejada del rancio nacionalismo, tolerancia, mestizaje... Barcelona debe emitir
señales que permitan recuperar la confianza de los inversores y de sus millones
de visitantes. Como ha dicho Jordi Hereu, uno de los mejores alcaldes que ha
tenido Barcelona, nuestra ciudad corre el riesgo de convertirse en un
"ente imprevisible, inseguro e inestable". ¡Alcaldesa, de usted
depende que eso no ocurra!
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